Cuadernos 502

Lecturas, Cuadernos hispanoamericanos, nº 502, abril de 1992, pp. 145-147

  • Gastón Baquero: en el caldero de América

Indios, blancos y negros en el caldero de América (Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1991), es una selección de ensayos escritos a lo largo de su vida por un hispanoamericano integral -así se define su autor-, un mestizo por fuera y por dentro. Nacido en Banes, Cuba, en 1918, Gastón Baquero, poeta, ensayista y periodista, colaboró en las revistas Verbum y Espuela de Plata de La Habana. Su nombre también está asociado a Orígenes, revista dirigida por Lezama Lima. Desde 1959 reside en Madrid donde se ha dedicado a la actividad intelectual. Ha publicado tres libros de ensayos: Ensayos, 1948; Escritores hispanoamericanos de hoy, 1961; Darío, Cernuda y otros temas poéticos, 1969 y cinco de poesía: Poemas, 1942; Saúl sobre la espada, 1942; Poemas escritos en España, 1960; Memorial de un testigo, 1966, y Magias e invenciones... 1984, a los que se une este volumen que constituye un reconocimiento al trabajo de quien ha hecho de la reflexión sobre Hispanoamérica, su historia, sus hombres, sus problemas, un ejercicio vital, al tiempo que ha sido capaz de recrearla en una formidable obra poética.

Fascinado por la inquietante realidad americana, Baquero escudriña con implacable ojo crítico los entresijos de una sociedad en permanente cambio. Desde Cristóbal Colón hasta Bolívar y Martí, el autor revisa documentos, reivindica y desmitifica vidas. Condena a Fray Bartolomé de las Casas y elogia a Pedro Claver. Tampoco disimula su admiración por Cortés y no le tiembla la mano para desenmascarar a quienes, con fines políticos, reniegan de las irremediables consecuencias que desencadenaron la conquista y la colonia. Refiriéndose al conquistador de México, nos dice: «Yo amo a Cortés tanto como a Simón Bolívar, a los conquistadores y colonizadores tanto como a los conquistados y a los colonizados.»

Su punto de vista frente a la Conquista va más allá de lo histórico, en tanto que este hecho, a su juicio, posibilita la existencia del Nuevo Continente como una entidad propia, caracterizada y peculiar, igual que una moneda fuertemente acuñada.

Tanto interés le despierta el Descubrimiento que, en más de una oportunidad, se detiene a reflexionar sobre Cristóbal Colón y su incierta aventura, pero de ningún modo lo hace para pretender revelar el misterio del navegante. Todo lo contrario, Baquero, irreverente con la historiografía sobre el tema, prefiere que la incógnita se mantenga para que, reconociendo las limitaciones de su visión, el hombre tome una lección de humildad.

En la otredad, América Latina aprendió a reconocerse y a existir para el resto del mundo. Por esta razón, el autor piensa lo americano a partir del Descubrimiento porque en ese momento se produce el fenómeno del mestizaje que conforma la identidad latinoamericana. Tal vez, la síntesis de su pensamiento se encuentre en estos versos suyos: «Todo es humo y ceniza./ La vida, un sueño roto/ donde un danzante ciego ciñe a la muerte ufana/ orquídeas de los Andes y espliego castellano».

Pero ese encuentro de etnias también es el origen de gran parte de los conflictos del Nuevo Mundo, pues al crearse el sistema de castas, el criollo blanco acumuló para sí todas las riquezas, mientras al indio y al negro sólo les quedó la pobreza. El drama de Hispanoamérica, nos dice Baquero, consiste en que la independencia no produjo cambio alguno en las viejas estructuras. Al contrario, se agudizaron los contrastes y los dueños de la tierra se valieron de diferentes técnicas para encadenar a indios y negros. Desde entonces, estos hierven en el mismo caldero, junto con blancos, mestizos y mulatos. Pero es precisamente de ese cocido de donde saldrá una sociedad nueva.

Baquero pertenece a la «raza», casi extinta, de los que piensan que el futuro será mejor y que a lo largo de la historia el hombre ha venido asistiendo a un proceso de humanizaci6n que necesariamente lo levará a la concreción de la utopía. Ese «hombre posible», al decir de Habermas, se encuentra en Latinoamérica.

Sin embargo, el autor no ignora la dimensión de un fenómeno como el racismo que para él es «una plaga nacida del matrimonio del hambre con el miedo», que tiene unas razones económicas que deben analizarse sin fanatismos políticos y religiosos. Por eso, cuando se refiere a este problema en Cuba -país que, debido al cambio de sus estructuras económicas y sociales, parece haberlo superado- Baquero no vacila en hacer afirmaciones como esta: «La aristocracia cubana quería salir a toda costa de Batista no por razones políticas, ni ideológicas ni morales ni filosóficas, sino porque esa aristocracia veía en Batista a un negro».

Del mismo modo, a quienes se han mostrado contrarios a la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América les recomienda «Desencubrir» la realidad del hombre latinoamericano, incluyendo a indios, blancos y negros que viajan en el mismo barco y se cuecen en el mismo caldero. «Solo cuando indios, negros, mestizos y mulatos sean realmente ciudadanos con la propia calificación y posibilidades de los blancos, podrá Iberoamérica encontrar su equilibrio, su estabilidad y su arranque rectilíneo firme hacia el porvenir», dice Baquero. En lo que concierne al legado colonial, el autor reconoce que América Latina heredó de España el individualismo, origen de la indisciplina y ausencia de sensibilidad social para los intereses públicos, pero a quienes se lamentan de que no fueran los ingleses los primeros en llegar a estas tierras, les responde que prefiere mil veces la apasionada individualidad española porque, según él: «España nos enseñó el valor teológico y universal de la libertad», mientras «Inglaterra enseñó a sus colonias el valor pragmático de la obediencia».

Para Baquero, amar a España no es aceptar los abusos del conquistador ni las arbitrariedades del sistema colonial, sino reconocer una parte esencial de 1o que somos y sus versos lo expresan con profundidad: «El Escorial era un galeón construido por el rey para viajar / sin moverse de su rígido taburete, desde Castilla hasta Acapulco./ Desde Acapulco hasta Manila, desde Manila hasta el cielo».

No cabe duda de que en Baquero hay una sana vocación de polemista que sabe dar en el punto exacto de la herida para así mover a la reflexión, demoliendo mitos y prejuicios intelectuales. Contradictorio, algunas veces, distante y mesurado, otras, y siempre sugerente, se puede estar a favor a en contra de lo que dice, pero lo que resulta imposible es permanecer indiferente ante sus afirmaciones y en ello radica, a mi modo de ver, el mérito de los ensayos que recoge este volumen.