Ventana o pasillo

Ventana o pasillo de Consuelo Triviño Anzola

Por Juan David Correa

Junio 2021

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Uno siempre sabe dónde comenzó el viaje pero nunca dónde termina. O inventa un comienzo para creer que hay un final. Pero como lo dice la narradora de "Ventana o pasillo", esta bella novela de Consuelo Triviño, quizá nada es tan cronológico y siempre nos asomamos a los abismos de una vida circular.

Durante días mantuve la tensión de la lectura y siempre presentí que la chica del reflejo en la ventanilla de ese avión al que subía una y otra vez de regreso a Ítaca guardaba una clave.

Escrita en una segunda persona muy poderosa que por momentos inquiere, en otros se compadece; por momentos se enfada, y en otros trata de ser compasiva, hay, en el fondo de estas páginas, una pequeña rabia que desanuda el amor.

La historia es más o menos así:

Una mujer se mira a sí misma en el reflejo que le devuelve la ventanilla de un avión. Como tantas veces, cruza el océano con la misma sensación: irse para volver y regresar para marcharse. En ese reflejo encuentra la posibilidad de dirigirse a esa joven que alguna vez fue y que abandonó su lugar de origen para ir en busca de un destino literario, de una habitación propia, de un mundo particular. En ella, la del reflejo, la mujer encuentra a muchas mujeres que fue en algún momento de su vida y a otras que desconoce por completo. Y algo más: trata de entender las razones de su desarraigo.

Consuelo Triviño ha escrito una novela que puede leerse como una memoria, o una memoria que se lee como novela. Poco importa, la verdad, cuando constatamos que la literatura está hecha de verdad y de fantasía a partes iguales. ¿Quién no ha inventado, acaso su pasado? “Me he pasado la vida buscando el padre que no tuve o que hubiera querido tener. Pero los padres son como son o como las circunstancias los hicieron, no como hubiésemos querido los hijos”.

De los años cincuenta, a los setenta, de la memoria de un abuelo sastre que huyó al Putumayo desde Viotá, municipio emancipado desde mediados del siglo XX; de la niñez en los internados, de la madre curando heridas de enfermos en centros de salud; de la entrada a la vida adulta de la mano de un ominoso hecho; de la lectura como posibilidad de enriquecer una vida adulta. De la literatura como destino. De eso, como recuerda la narradora, de eso “se escribe. Lo desconocido que uno lleva en sí mismo: eso es lo que se consigue. Eso o nada. La escritura es lo desconocido”, al decir de Marguerite Duras.